jueves, 3 de julio de 2008

William Blake : "Aquel que desea y no obra, engendra pestilencia"




 El 28 de noviembre del año de gracia de 1757 nace, en Londres, bajo el signo de Sagitario, William Blake, también apodado Blake "el Loco". Fue también grabador y dibujante.
 En agosto de 1827 contempla cómo se abren ante sí las puertas de la otra realidad para darle paso franco a los campos del Elíseo.

           Gwin, rey de Noruega

Venid, reyes, a escuchar mi canto.
Cuando Gwin, hijo de Nore,
a las naciones del norte
su cetro cruel imponía,

los nobles de esas tierras se alimentaban
de los hambrientos pobres.
Les arrebataban el cordero y ahuyentaban
a los necesitados de sus puertas.

El país está desolado. Nuestras mujeres
e hijos lloran por pan.
¡Rebelaos y deponed al tirano¡
¡Humillemos a Gwin¡

Gordred, el gigante, interrumpió
el sueño en su caverna.
Sacudió las colinas y en las nubes
los turbulentos estandartes agitó.

Bajo ellos se precipitaron, como negra tempestad,
los numerosos hijos de la sangre
como crías de leones que en tierras lejanas rugen y
Buscan por la noche su alimento.

Descienden en terrible tropel por las colinas de Bleron;
sus gritos suben a las nubes,
¡el caballo arrollador y las fragorosas armas
parecen rápidos y poderosos diluvios¡

Mujeres y niños lloran a gritos
siguiendo detrás en tumultuosa procesión,
aullantes como espectros, furiosos como lobos,
en el día helado y ventoso.

Arrojemos al tirano por los suelos,
humillemos a Gwin,
gritan; que diez mil vidas
paguen la cabeza del tirano.

De torreón en torreón exclaman los guardias:
¡oh Gwin, hijo de Nore,
despierta¡ Los pueblos, negros
como nubes, llegan, aplastando todo a su paso.

Gwin viste su coraza y su palacio estremece.
Sus lugartenientes acuden de todas partes;
cada uno parece un tremendo trueno
y sus voces solemnes resuenan.

Como piedras colocadas en torno a una tumba,
rodean al rey.
De pronto cada uno esgrime su lanza
y se escucha el entrechocar de los aceros.

El labrador abandona su arado
para cruzar los campos ensangrentados
el mercader se toca de acero
y abandona las orillas del comercio.

El pastor deja su dulce caramillo
para hacer resonar la chillona trompeta;
el artesano lanza al suelo su martillo
para izar el sangriento perdón.

Como el alto espectro de Barraton
que retoza en el cielo huracanado,
Gwin dirige a sus huestes, negras como la noche
cuando la peste vuela.

Con caballos y con carros
y al frente de sus temerarios lanceros
marcha al son de dolorida canción.
Como nubes en su torno cabalgan los demás.

Gwin levanta la mano. Los nobles se detienen.
¡Preparaos para la lucha¡, grita.
¡Aparece Gordred¡ Su fruncido ceño
perturba nuestros cielos septentrionales.

Los ejércitos enfrentados semejan una balanza
Sostenida por la mano del Altísimo.
Gwin, ya has colmado la medida:
Has de ser barrido de la tierra.

Enseguida se precipitan los furiosos contendientes
como poderosos mares en guerra.
¡Los cielos se estremecen ante el fragor de la batalla
y el polvo asciende al firmamento¡

La tierra despide humos de sangre, gemidos y estremecimientos
al beber la savia de sus hijos.
Un mar de sangre. ¡La mirada no puede
avizorar la temblorosa orilla!

Y junto a ese indómito mar
lloran el hambre y la muerte.
Los llantos de mujeres y niños
se ciernen sobre el campo.

Se ve al Rey furioso a lo lejos,
junto a todos sus poderosos hombres;
parecen llameantes cometas que siembran la muerte
en la noche roja y febril.

Bajo su brazo, como corderos, mueren sus enemigos
o gimen en el llano.
La batalla declina; pero aún los hombres ensangrentados
luchan en colinas de muertos.

La muerte ya está harta y los hombres, exhaustos,
se esfuerzan por salvar sus vidas.
¡El corcel cae sobre el corcel y el escudo sobre el escudo,
hundiéndose en este mar de luchas.

El dios de la guerra está ebrio de sangre,
la tierra se desvanece y vacila;
el hedor de la sangre repugna a los cielos.
¡Los espectros sacian la garganta del infierno!

Ah, ¿qué justificación los reyes presentan
para el horrible trono
cuando mil muertos venganza reclaman
y los fantasmas gimen sin dejar de acusar?

Cual encendidos cometas celestiales
que estremecen los astros luminosos
haciéndoles caer como frutos a la tierra
a través de la fiera noche ardiente


se enfrentaron Gwin y Gordred.
El primer golpe es decisivo:
¡desde la frente hasta el pecho
Gordred hiende la cabeza del rey¡

Gwin cae. Todos los hijos de Noruega
que siguen con vida huyen.
Los restantes llenan el valle de la muerte.
Por ellos luchan las águilas.

El río Dorman lleva
hacia el mar septentrional la sangre
que ha enlutado a sus hijos, abrumando
al placentero país del sur.

         Una Imagen divina

La crueldad tiene corazón humano .
Y la envidia humano rostro;
el terror reviste divina forma humana
y el secreto lleva ropas humanas.

Las ropas humanas son de hierro forjado,
la forma humana es fragua llameante,
el rostro humano es caldera sellada
y el corazón humano, su gola hambrienta.

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