lunes, 30 de junio de 2008

Azul penumbra de una piedra que se parte



Dos venas cruzan la frente,
y cuerpos boca arriba ven recorrer la bruma
de un sueño atrasado e impuesto
entre pasadizos, ferias y recámaras de torres amuradas.

Las huellas del viento
despliegan su papiro,
y ajustician la excesiva espera
al quedarse con cualquier deseo que ampare.

El hilo de plata es agua,
y reloj de arena que no corre.

A veces el invierno huele rojo,
aunque se mire los lados
de una misma maraña,
que estanca los pies en alquitrán
para confundir, perturbar y magullar.

La grieta en la tierra,
la lengua avanza entre los pechos,
el hombro está adormecido,
ojos llovidos que tiñen de negro,
muerte sobre otra muerte,
canasto de frutas y manjares,
en el puerto o en una campiña.

Salir de ahí es volver
a las salas blancas de amplias paredes
y con agujeros ocupados por personas sentadas,
hay también ventanas que llevan a interminables cuartos vacíos,
y trás esta inercia,
una pulcritud enloquecedora.

Lo que vibra,
se hincha, tiembla,
resguarda,
mismo entusiasmo y juego,
y lo lejano que suceda
lento al oído.

M.T.L

 
"Impetuosos relámpagos en una oscuridad
orgánica donde fuertes temperaturas
acosan a un cuerpo en erupción y el
espíritu arde en distintos focos de
placer"

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