lunes, 14 de julio de 2008

Yasunari Kawabata : Capítulo III

Fragmentos del libro "Lo bello y lo triste":

Mientras hacía lentamente el nudo de su corbata recordó la voz de Otoko: "Deja...Yo te
haré el nudo...". En ese entonces ella tenía quince años y aquellas habían sido sus primeras
palabras después de haber perdido la virginidad en sus brazos. Oki, por su parte, no había hablado. No sabía que decir. La había abrazado con ternura, había acariciado su pelo, pero no había logrado pronunciar palabra. Luego se habría desprendido de sus brazos y había comenzado a vestirse. Se había incorporado, se había puesto la camisa, había comenzado a anudarse la corbata. Ella había clavado en su rostro los ojos húmedos y brillantes, pero no llorosos. Él evitaba aquellos ojos. Hasta cuando la besaba, antes de que todo sucediera,Otoko había mantenido los ojos muy abiertos, hasta que él se los cerró con sus besos.
Su voz tenía una dulce voz infantil cuando le pidió que la dejara anudarle la corbata.
Oki sintió una oleada de alivio. Lo que le decía era completamente inesperado. Quízás estuviera procurando escapar de sí misma; quizá no fuera una manera de demostrarle que no lo culpaba; sin embargo, manipulaba la corbata con ternura, a pesar de las dificultades que parecía oponerle el nudo.

-¿Sabes hacerlo?-había preguntado Oki.

-Creo que sí. Solía observar a mi padre.

El padre había muerto cuando Otoko tenia once años.

Oki se había ubicado en un sillón y había sentado a Otoko sobre sus rodillas mientras mantenía la barbilla en alto para facilitarle la tarea. Ella se inclinó ligeramente sobre él mientras hizo y deshizo el nudo varias veces. Luego se deslizó de sus rodillas y deslizó los dedos por el hombro derecho de Oki, sin dejar de contemplar la corbata.

-Listo, chiquito. ¿Qué te parece?

Oki se había puesto de pie y se había encaminado al espejo. El nudo era perfecto.
Se restregó el rostro con la palma de la mano. El sudor había dejado una leve película oleosa sobre él. Apenas si podía mirarse luego de haber violado a una muchacha tan joven. Por el espejo vio el rostro de Otoko que se aproximaba al suyo. Deslumbrado por su belleza fresca y punzante, se volvió hacia ella. Ella rozó su hombro, sepultó el rostro en su pecho y dijo:

-Te amo.

Fragmento del libro "Mil grullas":

La señora Ota no dejó de mirarlo. Su mirada parecía impedirle caerse. Kikuji también sintió que ella correría peligro si le sacaba los ojos de encima.
Tenía hundido los ojos y había pequeñas arrugas alrededor, y ojeras debajo. El pliegue
de los párpados estaba enfatizado de una manera extraña y malsana, y los ojos suplicantes resplandecían de lágrimas. Él sintió una ternura indescriptible en ellos.

1 comentario:

Jutilde de Medeiros dijo...

Ver beleza na tristeza é a estética de Kawabata. Isso é belo. Aliás a tristeza permeia a literatura japonesa. Mas Kawabata dá o toque especial, como a flôr da cerejeira. É transparência, fragilidade. A mulher é bela, frágil, etérea, nobre, digna. Maravilhoso.
JU