sábado, 12 de julio de 2008

Yasunari Kawabata : Capítulo I



 Yasunari Kawabata como todo hombre tímido veia en lo erótico cierta problemática desde un punto de vista simple : la carne. A este tema sumándole diferentes historias, prejuicios y costumbres a los personajes de sus novelas narrados en típicos paisajes japoneses daria como resultado refinadas actitudes entre hombres y mujeres a la hora de mostrar sus sentimientos.
 En el deseo sexual, además de paliar la soledad, los sentimientos parecieran nunca llegar a destino, entonces la confusión, acercamientos truncos y arrebatos de afecto jamás faltan en estas novelas con personajes de sutiles comportamientos hasta llegar a decir en algunos casos un simple te amo o ¿vuelves?.
 Pero el motivo de los fragmentos que a continuación aparecen se debe al interes de Kawabata por algo que muchas veces dice en sus libros y es esa belleza que aterra a sus personajes masculinos hasta sentirse desbordados y paralizados, belleza que lastima. Esto podria ser la voluptuosidad, ¿hay algo mas atractivo que esto?.  M.T.L

Breve biografía de Yasunari Kawabata

Este anciano amable de ojos penetrantes, en los que, paradójicamente, se represan el brillo cansado de una interminable búsqueda y una profunda energía, gustó desde su niñez la soledad.
Nacido en Osaka en 1899,huérfano a muy temprana edad, Kawabata, en el curso de unos pocos años, fue perdiendo a toda su familia: su hermana, su abuela, y finalmente su abuelo, a los dieciséis años.
Insomne perpetuo, cineasta en su juventud, lector voraz tanto de los clásicos como de las vanguardias europeas, fue un solitario empedernido
Su profunda amistad con el escritor Yukio Mishima, del que fue mentor y difusor, quedó registrada en Correspondencia (1945-1970).
También llegó a experimentar en el cine con el guión de la película "Una página de locura" de Kinugasa Teinosuke ,año 1926,título original "Kurutta Ippeiji".
A los setenta y dos años se suicidó inhalando gas en su estudio.

Fragmento del libro "El Clamor de la montaña" :

La figura de ella se había esfumado por completo. No podía evocarla. Lo único que ahora
quedaba en Shingo era una sensación enervante. Disparidad física, frustración, apatía.
Shingo nunca había tenido en la realidad un contacto de este tipo con una mujer. No sabía
quién era. De todos modos, era una muchacha joven, y no podría darse tal cosa en la
realidad.
Shingo tenía sesenta y dos años. No era frecuente que tuviese sueños eróticos. Lo
enigmático, pensó al despertarse, era la insipidez de este sueño, hasta el punto de no poder
llamarse sensual.
Tras este sueño volvió a dormirse y,al poco, volvió a soñar.

Otro fragmento del Clamor...

Kikuko acercó a su cara la máscara del duende.
-¿Se ata con esta cuerda atrás?
Desde el fondo de los ojos de la máscara, las pupilas de Kikuko estaban fijas en el anciano.
-Tienes que moverla. Sino, carece de expresión.
El día que compró la máscara, Shingo, ya de vuelta en casa, había estado a punto de besar
aquellos deliciososlabios flavos, y había sentido como las palpitaciones de una pasión fatal.

      Ya no soy un árbol seco,
      más si en mi corazón hubiese flores...

Eran palabras también de una canción Noh.
Shingo encontraba irresistibles los movimientos de Kikuko imprimía a su rostro oculto
por la máscara del encantador adolescente. Su rostro pequeño estaba casi totalmente
cubierto por la máscaa. Y desde su barbilla, que parecía quedar descubierta sólo a
intervalos, rodaron hacia el cuello algunas lágrimas. Las lágrimas, en dos o tres hilos,
continuaban fluyendo.

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